Hace unos años, tuve la privilegiada oportunidad de compartir el evangelio con jóvenes y niños que enfrentaban la dura realidad de vivir en las calles. En medio de esas experiencias, pude comprender profundamente sus desafíos. Dos problemas fundamentales emergieron claramente: les habían robado la fe y la esperanza. Para algunos, provenientes de hogares donde la Biblia era una desconocida, la espiritualidad era un terreno inexplorado.
No tardamos en notar que, más allá de las carencias materiales, lo que anhelaban desesperadamente era una esperanza. Sus corazones, oscurecidos por las drogas y el alcohol, enfrentaban la cárcel como un destino común. Observar a algunos en las calles y, semanas después, enterarse de su detención por alguna fechoría, se volvía una lamentable regularidad.
Sin embargo, de manera constante y gradual, comenzamos a compartir el mensaje de esperanza que es el evangelio. Testificamos con nuestros propios ojos cómo el Espíritu Santo, sin apuros pero sin pausa, introducía paz y esperanza en sus vidas. Era como presenciar a alguien que se ahogaba lentamente recibir un renovado aliento. Algunos decidieron cambiar el rumbo de sus vidas, encontrando estabilidad y utilidad en la sociedad, mientras que otros, desafortunadamente, no lo lograron. Aun así, con regocijo, vemos a algunos, incluso después de muchos años, Dios no sigue sorprendiento y vemos dar frutos debido a la semilla de la Palabra sembrada en sus vidas, niños que hoy se han convertido en adultos y hoy son predicadores de la palabra que transformo sus vidas.
¿Qué debe hacer la iglesia en este contexto?
Creo fervientemente que muchas iglesias están enfocadas en estrategias para atraer personas a ocupar las sillas semana tras semana. Lamentablemente, el culto a personalidades y congregaciones ha eclipsado el verdadero propósito de ser cristiano. Siempre que tengo la oportunidad, insto a la congregación a reconocer que la situación de nuestro país también recae en las iglesias. Hemos dejado de practicar lo que significa verdaderamente ser creyentes. Muchos cristianos llevan una vida donde la si le hicieran la pregunta sobre cuántas veces compartieron el evangelio en la semana o a quién están discipulando recibiría, en su mayoría, la respuesta "a nadie".
Como bien expresó Billy Graham: "Si Dios respondiera todas tus oraciones hoy, ¿cuántas personas serían salvas?"
La iglesia posee la herramienta más poderosa y única capaz de transformar la sociedad. Cuando hablamos, predicamos, hacemos teología, disciplinamos, cuidamos y capacitamos a más personas, nos convertimos en parte de la solución.
Asi mismo ahora vienen a mi mente las palabras del teólogo Jonathan Edwards, en su sermón "Pecadores en manos de un Dios airado", enfatizó la urgencia de la predicación del evangelio para despertar las conciencias. Edwards afirmó que el abandono de esta tarea crucial deja a las almas en un peligro inminente, comparando la situación con la fragilidad de una telaraña suspendida sobre un abismo.
Las Sagradas Escrituras en Romanos 10:14-15: "¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!"
Es evidente que la responsabilidad de la iglesia trasciende el mero acto de llenar asientos. Juan Calvino , subrayó la importancia de la práctica cristiana en su obra "Institución de la Religión Cristiana". La iglesia, según Calvino, debe ser un lugar donde la verdad de la Palabra de Dios transforme vidas y, a su vez, influencie positivamente en la sociedad circundante.
Jesús dejo palabras claras y precisas de lo que significa ser cristiano, en Mateo 5:13-16: "Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? Ya no sirve para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder... Así alumbre su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras, y glorifiquen a su Padre que está en los cielos."
Por lo tantos los cristianos y sus iglesias no solo tenemos el deber, sino la bendición de ser instrumento de cambio en la sociedad. La predicación del evangelio y la práctica de la fe, guiadas por estos principios, no solo impactan las vidas individuales sino que también contribuyen a la transformación positiva de la sociedad en su conjunto. Un padre, una madre con solidos argumentos cristianos criara a sus hijos con valores y formas que ayudaran al niño y al joven a vivir una vida piadosa y alejada de la maldad, y eso se multiplca en un efecto exponencial y naturalmente la sociedad se transformara positivamente.
Aunque es cierto que la Biblia nos advierte sobre la multiplicación de la maldad entre los hombres (Mateo 24:12), también es cierto que la Palabra de Dios nos insta a ser sal y luz en la tierra (Mateo 5:13-16). En otras palabras, el aumento de la maldad no debería ser una excusa para que los cristianos permanezcamos en silencio.
No solo de unos pocos sino de todos.
Pesonajes como Jonathan Edwards, con su enfoque en la urgencia de la predicación del evangelio, usado por Dios en uno de los sermones mas famosos e impactantes, nos recuerda que el descuido de esta tarea es dejar almas en peligro. "La predicación es el principal medio designado por Dios para la conversión de las almas".
La Biblia en Romanos 12:4-5, nos instan a reconocer la diversidad de dones en la iglesia: "Pues de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros." Este versículo nos recuerda que cada miembro, con sus dones particulares, contribuye al bienestar del cuerpo. Pero la predicacion del evangelio y el disicpulado de nuevos creyentes es tarea de todos 1 Pedro 3:15 "Antes bien, santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros."
Santiago 2:14-17: "¿De qué sirve, hermanos míos, si alguno dice que tiene fe, pero no tiene obras? ¿Podrá acaso esa fe salvarlo?... Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma." Estas palabras subrayan la importancia de una fe que se traduce en acciones concretas.
Por lo tanto este en un llamado a la acción conjunta, recordemos las palabras de nuestro Señor Jesús en Mateo 5:16: "Así alumbre su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras, y glorifiquen a su Padre que está en los cielos." Cada miembro de la iglesia tiene la responsabilidad y el privilegio de ser luz en la oscuridad.
Que este recordartorio d elo que hoy vive nuestra sociedad sea una oportunidad que nso recuerde que muchos en sus iglesias estan paralizados y no estan cumpliendo su funcion como cuerpo de Cristo. Y que esto nos impulse a la unidad y la participación activa de todos. Juntos, como un cuerpo unido, podemos impactar la sociedad no solo de unos pocos sino de todos, llevando la luz de Cristo a cada rincón y necesidad.
Cristian Peña
Comentarios
Publicar un comentario